Por
Natasha Salgado
Julio 2013
La vida
de un pescador no es fácil, al igual que los pelicanos, que luchan contra el
mar por su alimento. Esa es la vida de George, un pescador de Sídney que
sale todos los días a pescar.
-George,
¿listo para salir?- le pregunta su compañero luego de amarrar las velas y tener
todo a punto para las próximas seis horas. Son las cinco y media.
-Si
Chad, estoy listo.
Y de
esa forma zarparon. Ellos, como las aves de mar, deben llevar alimento a sus
polluelos y esposas.
Con el
olor salado del mar entrando por sus narices y con el viento golpeando su cara,
se mueven hacia aguas más profundas. Ellos, junto a los demás pescadores han
creado una relación con estas aves para que los guíen a los mejores sitios
para pescar, ni muy cerca del arrecife pero tampoco tan lejos que los
atrapen las corrientes y los saquen de curso.
Cuando
ven a los pelicanos parar y sentarse sobre el agua ellos saben que ese es el
lugar asignado. Todos paran a una distancia considerable los unos de los
otros, lanzan el ancla y preparan sus redes.
George
y Chad ven como sus colegas comienzan a lazar las redes pero ellos esperan.
-Jefe, cuando
quiera- le dice Chad al ver que son los únicos que no han empezado.
-Ten
paciencia Chad que mis colegas no han comenzado.
El
chico de unos veinte años lo mira extrañado, ¿Cómo que no han comenzado? ¿No ve
que los demás ya están pescando?
- Se
lo que piensas muchacho pero ve más de cerca.
Y así
lo hace; y ¿qué ve?... a los pelicanos sobre el agua, sin hacer nada, sólo
esperando.
-¿Se
refiere a los pelicanos?- el hombre le sonríe y asiente.
Pasa
una hora y los demás no han logrado sacar nada, están frustrados, no saben qué
hacer pues los pelicanos los trajeron aquí pero no hay ni una sardinita; muchos
se van a otros sitios y otros se quedan a esperar un milagro.
Luego
de treinta minutos, George ve que el líder de la colonia de pelícanos arranca a
volar; el hombre sonríe y ve a su compañero:
- Es
tiempo Chad.
El
joven va a buscar las redes y regresa minutos más tarde con ellas, le da una
a su jefe y la otra se la queda él.
El
enorme pelicano vuela tan alto que es difícil verlo.
- Chad, en
el momento en que comience a bajar lanzamos ¿ok?- él asiente y esperan.
De
pronto comienzan a ver al ave descender a alta velocidad, con sus alas
recogidas y el pico cerrado; ambos lanzan las redes justo a tiempo para que el
pelicano entre al agua con más gracia y habilidad que las clavadistas
olímpicas.
Pasaron
tres largos segundos pero al final salió el ave con el pico lleno de agua y con
pescado, luego éste partió para llevar la pesca a sus polluelos mientras
los demás comienzan sus labores.
George y Chad también
lograron pescar mucho y con una sola pesca lograron el objetivo del día; ambos
junto a su amigo pelicano fueron a sus casas a compartir lo
que habían obtenido.
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