Por Luis Ortiz
Julio 2013
Y ahí estaba Daniel, soñoliento por su fatiga, motivado por
la discusión. Él sabía muy bien que todo era mentira. No sólo la situación sino
los comentarios que Gabriela generaba para discutir. Todo el hedor cálido del
momento se intensificaba con el pasar de los minutos.
-¡Vaya discusión mijo! – decía la abuela - yo pensaba quese
pobre niño estaba cansado detoaesa chacharería. No jué jasí te cuento. Porque
si jubiera sio así, jése je jubiera
largao con sus cachivaches ji listo. Por mi madre santa je se largao; jese
Daniel tiene más puje que muchacho virgen celao. Ese niño no comía cuento e
nadie.
El nieto observaba a su abuela con expresión de incógnita mientras
pronunciaba aquella pregunta reveladora: ¿Por qué dices eso abuela?
Ella sabía que Gabriela mentía con una habilidad envidiable. Gabriela
había sido bendecida con el poder de la palabra desde muy pequeña y sin duda
permitía generar espacios donde la ficción se hacía realidad transformando el
mundo aburrido de los hombres en un mundo
de castillos y dragones. Además sabía que Daniel se deleitaba con esas
discusiones ficticias donde los pies eran manos y los ojos eran uñas. Gabriela
lo hacía todo creíble. Por ello la abuela sentenció aquella conversa con una
respuesta sencilla y al parecer esperada.
-¡Porque los Jantílopes de Seis Patas existen menso! ¿Jacaso
no te jas jencontrado jarguno por jahí nel bosque. Tú me dices que les cortaron
dos patas jace mucho tiempo. ¡Todos son de seis patas! Ja veces me provoca no
contarte nás.
El nieto con su escéptica cara respondía de manera indirecta
la obstinada sentencia. Para él todo era pragmático. Los escritos y las
historias no valían nada sino se demostraban, si no eran “reales”.
Por eso a la abuela le caía tan mal Daniel. Porque para el
nieto la belleza pertenecía a todo aquello que pudiera demostrarse, a todo
aquello que fuera probable. Daniel le parecía un pobre tonto por darle
importancia a las mentiras de Gabriela.
No servía de nada si no se podía demostrar y eso es lo que
hacía del mundo un lugar tan especial como era. El obvio antílope de la abuela
no le parecía fascinante porque era producto de algo irreal para él. Cosa que
para la abuela era totalmente diferente.
-Abuela –dijo el nieto con voz firme y elocuente-. Si mal no
recuerdas el código dictado por nuestro jefe supremo dice “Los hombres son cada
día más pequeños y débiles. Cómo van a casar antílopes de seis patas, si yo
mismo apenas lo logro”. Nosotros somos nuestra historia abuela, y la realidad
se rige por ella y nuestro código.
Sabiduría, tristeza y decepción, es lo que manifestaba la
abuela a través de un suspiro. Los segundos esbozaban un silencio necesario que
brindaba fuerzas a la voluntad de la abuela de finalizar aquella difícil
discusión.
-Nieto… Los jombres son cada día más pequeños y
débiles por creer jen jun Antílope de Cuatro Patas. Jes por jeso que yo decidí
creer jen los de seis.